El texto “Los siete saberes necesarios para la
educación del futuro”, de Eduardo Morín, puede considerarse una respuesta a las
barreras que presenta la educación para avanzar. Una de ellas es la resistencia
de los actores principales como los docentes al cambio, otra es la falta de
políticas educativas eficientes que incorporen herramientas adaptadas a las
realidades cognoscitivas y tecnológicas de nuestros días, entre otras. Además
de ser una muestra del discurso filosófico-poético de uno de los pensadores más
agudos de la actualidad donde expresa sus ideas sobre la esencia misma de la
educación del futuro, dentro de su visión de pensamiento complejo con la
intensión de suscitar un debate que contribuya a ayudar a los educadores y
dirigentes a dilucidar su propio pensamiento acerca de cómo orientar la
educación hacia un desarrollo sostenible. Para Morín el asunto está en siete
saberes fundamentales que el hombre ha conocido y descuidado y que requiere
retomar para alcanzar promover valores y principios en educación que hagan
posible optimizar la formación humana ante los retos del siglo XXI.
Su propuesta no es un
esquema ideado como receta mágica, sino una flecha que aspira entrar hasta la
última de nuestras células para que reaccionemos y fijemos nuestra atención
sobre esos detalles que por su simplicidad y cotidianidad pasan desapercibidos
ante los ojos de los investigadores.
De forma esquemática
se presenta un resumen de la esencia de los siete planteamientos fundamentales de
Edgar Morín respecto de la educación de futuro, ellos son:
Ø
Las cegueras del conocimiento: el
error y la ilusión
En el primer saber,
Morín expone que todo conocimiento conlleva el riesgo del error y de la
ilusión. El mayor error sería subestimar el problema del error y la mayor
ilusión sería subestimar el problema de la ilusión, en este enfoque, señala que
se torna necesario introducir y desarrollar en la educación el estudio de las
características cerebrales, mentales y culturales del conocimiento humano, de
sus procesos y modalidades, de las disposiciones tanto síquicas como culturales
que permitan arriesgar el error y la ilusión.
Ø
Los principios de un conocimiento
pertinente
Señala que el papel
del conocimiento es apreciar el entorno y sus relaciones de forma integral y
global, en el que el ser humano sea no sólo capaz de identificar los objetos,
sino aprehender de ellos y de su lugar en el marco de la naturaleza. Morín
motiva a los educadores a desarrollar la aptitud natural de la inteligencia
humana, la cual no es otra que la ubicación de las informaciones en un sistema
de interrelaciones que le dé sentido de pertenencia con el todo, pero que a la
vez devele la profundidad y razón de ser de las partes.
En este contexto,
Morín argumenta que el predominio de un conocimiento fragmentado según las
disciplinas impide a menudo operar el vínculo entre las partes y las totalidades
y debe dar paso a un modo de conocimiento capaz de aprehender los objetos en
sus contextos, sus complejidades, sus conjuntos. Es necesario enseñar los
métodos que permiten aprehender las relaciones mutuas y las influencias
recíprocas entre las partes y el todo en un mundo complejo.
Ø
Enseñar la condición humana
Resalta la misión que
tenemos en lograr desarrollar la inteligencia general para resolver problemas
usando el conocimiento de una manera multidimensional tomando en cuenta la
complejidad. Es una reflexión acerca de lo que es el hombre en su total
dimensión, de el ser humano es a la vez
físico, biológico, psíquico, cultural, social e histórico, en tal sentido,
expresa Morín, indicando que en toda esa composición del hombre está dispersa
la educación a través de las disciplinas, impidiendo una verdadera unidad que
permita reunir y organizar los conocimientos dispersos en las ciencias de la
naturaleza, las ciencias humanas, la literatura, la filosofía, entre otras.
Morín hace énfasis en este saber, y al cual nos suscribimos totalmente, es que
la unión entre la unidad y la diversidad de todo, es lo que se traduce en la
condición humana. Propone que es posible reconocer la unidad y la complejidad
humanas reuniendo y organizando conocimientos dispersos en las ciencias y
mostrar la unión indisoluble entre la unidad y la diversidad de todo lo que es
humano, ya que el hombre solo se completa como ser plenamente humano por y en
la cultura. No hay cultura sin cerebro humano
y no hay mente sin cultura.
Ø
Enseñar la identidad terrenal.
Este saber lo enfoca
Morín respondiendo a la necesidad de que el hombre conozca su lugar en el
universo, señala que el ser humano no podrá entender su realidad sólo
comprendiendo su condición humana, sino interpretando, e internalizando la
condición del mundo que hoy se muestra en una era planetaria, cuya fase actual
es la mundialización. A lo largo de la explicación que da acerca de este saber,
Morín hace énfasis en que la mundialización es uno de los problemas de nuestro
tiempo y de la necesidad de un pensamiento policéntrico por parte de la
educación para la identidad y la conciencia terrenal., que tenga la condición
de un universalismo no abstracto, sino consiente de la unidad-diversidad de la
condición humana.
Enfoca temáticas que
deben abordarse como la era planetaria en donde el mundo se vuelve cada vez más un todo, es
necesaria una noción más rica y compleja del desarrollo, que sea no sólo
material, sino también intelectual, afectivo, moral; las armas nucleares y los
nuevos peligros, la dominación desenfrenada de la naturaleza por la técnica conduce
a la humanidad al suicidio, entre otras.
Ø
Afrontar las incertidumbres.
Hace un llamado a la
educación, como sistema, a que se preocupe más por comprender el campo de las
incertidumbres pero desde la óptica de la certeza; es decir, que el educador
asuma la responsabilidad de generar estrategias alternativas ante los
acontecimientos o hechos inesperados, lo que debe ir acompañado con el
liderazgo transformacional para enfrentar con plenitud los cambios.
Ø
Enseñar la comprensión
Este saber genera la
respuesta a la necesidad de que el ser humano aprecie con sus sentidos el
conocimiento y no se quede en superficialidades. El diálogo es una vía para que
el hombre cultive su intelecto y comprenda la heterogeneidad y complejidad de
su mundo. A pesar de la amplitud en el ámbito de la información y la
comunicación, hay debilidad en la comprensión de los mensajes, por ello es
preciso enseñar a comprender.
Ø
La ética del género humano.
Morín aborda este
saber desde la perspectiva que la ética debe formarse en las mentes a partir de
la conciencia de que el humano es individuo- sociedad- especie. La educación
debe no sólo contribuir a una toma de conciencia de nuestra Tierra-Patria, sino
también permitir que esta conciencia se traduzca en voluntad de realizar la
ciudadanía terrenal. Enfoca la relación con el cumplimiento del deber de
enseñar a comprender, la educación debe conducir a un proceso constante de
interacción y comunicación entre el individuo-la sociedad-y la especie.
“Es necesario
aprender a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de
certeza”. (B. Fontal)Autora: Prof. Glenys Aro
Subprograma: Maestría
en Gerencia Educacional.
Cátedra: Sistema Educativo
Venezolano
Facilitador: Prof.
José Camejo
Estudiante:
Prof. Glenys Aro
LOS SIETES SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACIÓN DEL FUTURO
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